CALOR, ALEGRIA Y RUMBA: LA HISTORIA DE TATIANA
Dentro del carro, todo parecía muy tranquilo. Observaba detenidamente, pero un poco temerosa, aquel sector de la ciudad. Los letreros en las esquinas me indicaban, que estaba en las calles sexta y séptima, con las mismas avenidas. Por mi ventana podía observar gente apasionada vendiendo sus productos, desechos por doquier, y cientos de personas que caminaban sin parar, comprando aquí y comprando allá.
En la puerta de los locales, estaban sus dueños ordenando y supervisando todo, y al lado sus empleados ofreciendo lo del local. Seguí dando varias vueltas, y cerca al terminal, me causó curiosidad, esas pequeñas puertas, donde entraban hombres casi cubriéndose el rostro, pero que todos allí saludaban con familiaridad. Me detuve y decidí ir a averiguar de qué se trataba eso.
Cuando me bajé del carro, estaba nerviosa, pues la incertidumbre de saber que estaba en ese sitio sola, y sin conocer, no me dejaba tranquila y me sentía perturbada. Caminé rápido, frente a la mirada intimidadora de todos, comentarios fuertes llegué a escuchar a mi paso, y a varios policías pude observar.
A las afueras de esos sitios, había muchos colores en los avisos, imágenes de “chicas” despampanantes en ellos, nada comparado con la realidad, música de todos los estilos y géneros, y demasiadas mujeres en los andenes iniciando labores cerca a las 6:00 pm. Ellas estaban ataviadas con sus mejores galas, apropiadas para su trabajo, y una mezcla indescifrable de perfumes fluía alrededor de ellas. Era el ambiente apropiado para ofrecer a sus clientes sus servicios. Todo allí se conjugaba en calor, alegría y rumba.
Una de esas tantas puertas llamó mi atención. El letrero un poco pálido y sencillo, comparado con los demás, pero en la entrada del negocio una paisa, muy atenta comenzó a hablar. Su nombre es “Tatiana”, bueno, al menos así la conocen allá. Me invitó a seguir, y señaló un pasillo con luz roja, lleno de espejos y fotografías. Caminé por allí, miré mi reloj, eran exactamente las 6:15 pm. Al final, crucé al lado izquierdo y encontré un gran salón. Luces de todos los colores, más de 15 mujeres sentadas y posando a sus clientes, muchas mesas de madera gruesa y un dj que amenizaba la noche. Tatiana se adelantó y abrió una puerta pequeña, al cruzarla me encontré con muchas habitaciones, allí nos sentamos a hablar.
Es una mujer de 1.60 de estatura, de cabello rubio y corto, que no tiene un cuerpo esbelto, pero su carisma la hace sobresalir entre las demás. Ella comentó que nació en Medellín hace 34 años, de los cuales lleva 7 trabajando en la prostitución. En sus ojos se podía observar cierta resignación ante este oficio, y un alto grado de pena y timidez al hablar conmigo sobre este tema. Asegura que lo hace por necesidad, pues desea que a su hijo Jonathan, de 13 años, que vive en Medellín con familiares suyos y quien es inocente de su trabajo, no le falte nada. El cree que su mamá aún se dedica a las exposiciones equinas, como lo hacía hace muchos años. Ella le da credibilidad a esto cuando le muestra el carnet que la acreditaba. Es fácil que él le crea, porque las exposiciones equinas es para viajar y permanecer mucho tiempo fuera de la ciudad, y así justifica 2 o 3 meses de ausencia.
Luego de unos minutos, agacha su cabeza y dice: “ehh ave maría, no te imaginas lo difícil que es esta vida. Estar con personas que uno no conoce, que uno no sabe quiénes son. Para mi es una buena salida, no soy una persona estudiada, no tengo una carrera, y hoy en día necesita uno papeles y estudio para todo. Este trabajo se convirtió en la única solución para el sustento de mi hijo. Toda mi familia me critica horrible, no me apoyan para nada, pero tampoco me ayudan. No creas este trabajo no es cualquier cosa, nosotras salimos de las piezas organizadas, nos sentamos en las mesas, y pues ahí llegan los clientes y ya ellos nos escogen, nos llaman y ahí comienza todo. Ellos nos preguntan cuánto cobramos, por ejemplo acá se cobran 30000 mil pesos, de los cuales 5000 mil son de habitación y 25000 mil para uno. Saca cuentas, pueden ser 8 o 10 en un día. Poco a poco me irás entendiendo”.
En esta profesión se corren muchos riesgos, por ello, estas mujeres son sometidas al llegar a exámenes, para controlar que no sean portadoras de enfermedades de transmisión sexual, “todas las niñas que quieran, llegan a trabajar acá y el mismo día las llevan al médico, luego las llaman y entregan los resultados y ahí dicen si pueden o no trabajar. Nosotras acá no estamos fijas, nos quedamos mínimo un mes como obligación, pero si queremos quedarnos 2 o 3 meses, es decisión de cada una, siempre y cuando produzcamos. Los dueños nos dan los pasajes, la estadía, nos dan dos comidas y unas “fichas”, que en las noches al cerrar el negocio nos cambian por efectivo”.
Llevábamos hablando poco más de 20 minutos, pero sentí que el tiempo pasaba muy rápido, me sorprendió que ya eran las 6:40 pm. En ese momento, aquella puerta se abría una y otra vez, parejas entraban y salían, y un olor fuerte comenzó a incomodarme. Tatiana al ver mi rostro me dijo: “tranquilízate muñeca, que acá algunas compañeras tienen sus vicios, ese por ejemplo es de la “flaca” a ella le encanta la marihuana”, ¿marihuana? ¿Acaso también consumes? Le pregunté inmediatamente. ¡No! Me respondió enseguida, yo a eso no le jalo, por ello es que casi nunca estoy en corrillos, a las que les gusta se la pasan reunidas, y guerreando entre ellas”.
Pasó el tiempo muy rápido, salí de aquella habitación a las 7:35 pm, hablamos sin parar, casi como dos viejas amigas que se encontraban después de mucho tiempo sin hablar. Era increíble cómo me sentía; “Tatiana”, había llegado a contarme gran parte de su vida, desde la muerte de su madre hace 7 años, hasta la separación de su esposo, obviamente después de aguantarle las más bestiales golpizas, las peores humillaciones y las más grandes necesidades.
La invité a tomar algo y cerca de las 8:00 pm me despedí de ella. Me dirigí rápido a sacar el carro del parqueadero. Mientras manejaba no dejaba de pensar en cada historia que estas mujeres tienen para contar. Nosotros las juzgamos si pensar, pues es fácil asimilar que entre copas, dinero y calor, muchas cosas indignas pueden pasar, pero son muy pocas las personas que al igual que yo se detienen a conocer que sucede allí en realidad.
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